domingo, 2 de agosto de 2015

Empieza la cuenta atrás.

Camino Primitivo
Oviedo es precisamente el inicio del Camino Primitivo, el que todos los historiadores coinciden en señalar como la más antigua ruta de devoción a Compostela. Cuando en el año 813 el pastor Pelaio descubrió los supuestos restos del Apóstol Santiago, el rey que gobernaba sobre aquellas tierras se llamaba Alfonso II el Casto y tenía su corte en Oviedo. Enterado el monarca, quiso acudir en persona a comprobar la importancia del hallazgo, por lo que en septiembre del 829 hizo las maletas y junto a su corte dejó atrás las murallas ovetenses por el viejo camino de Galicia, que circulaba por Grado, Salas, Tineo, Allende y el puerto del Palo aprovechando antiguas calzadas romanas.

Comenzaba así —sin que sus protagonistas tuvieran conciencia de ello— la primera peregrinación a Santiago de Compostela —que por entonces, obviamente, ni existía— y con ella la apertura del primer Camino de Santiago. Por eso se le conoce como el Primitivo. Una ruta tan famosa y frecuentada durante siglos que pudo ser reconstruida con fidelidad para que ahora las flechas amarillas conduzcan a los modernos caminantes casi por los mismos lugares por los que desfiló la comitiva de Alfonso II el Casto.

El Camino Primitivo es, sin duda, el tramo más hermoso de todos los caminos del norte. Una vez dejada atrás la costa, con su carga de asfalto, ciudades turísticas, complejos hoteleros y exceso de servicios, el Camino Primitivo brinda al peregrino del siglo XXI unas briznas, pequeñas pero intensas, de lo que tuvo que ser el viaje en aquellos duros años del medievo.

Sendas entre húmedos y oscuros bosques de castaños, parajes olvidados por el tiempo, monasterios y cenobios, aldeas fantasmales donde nunca se ve un alma, carreiros llenos de barro y bostas de vacas y pequeñas iglesias rurales de sillares de granito salpicados de líquenes y musgo, con sus cruceiros, su espadaña y su cementerio alrededor. Será así el decorado que envuelve las ocho etapas que separan Oviedo de Lugo y continuará siendo así cuando las murallas romanas de la capital lucense queden ya en el recuerdo y la ruta dé sus últimos suspiros siguiendo la sombra de la calzada romana que unía Lucus con Iria Flavia por el corazón de la Galicia más profunda.

El Camino Primitivo no va directo a Compostela. Desemboca en el Francés a la altura de Melide. Aunque en mi caso introduciré una variación para retrasar ese momento, buscando Sobrado do Monxes y entrando por Arzua. Es un momento siempre contradictorio para los romeros que vienen por este Camino Primitivo. Por un lado, les invade la alegría de la inminencia de Compostela, el fin de la aventura. Pero por otro les cae un jarro de agua fría, sobre todo si viajan en verano, al comprobar que la paz, el sosiego y los soliloquios que acompañan la desconocida ruta del Norte no tienen cabida en el masificado vial francés, que a esas alturas a veces parece más una romería. Es el precio a pagar por una mayor compañía.

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