domingo, 21 de agosto de 2011

"Arigato"

Ayer llenos hasta la bandera de nuevo...

Un gran grupo de italianos... muy religiosos (perfecto) pero mal educados e irrespetuosos... No soporto aquellos que piensan que están solos y molestan al resto. Preguntando constantemente el porque de las cosas. Te ofrecen cobijo, comida, cama... y todavía se creen en el derecho de pedir más y juzgarlo todo... Ese no es el espíritu de peregrino... "El Peregrino agradece... no exige..." Pero como que el buen hospitalero sonríe y acoge... Eso hacemos sonreír y volver a sonreír.

Porque la llegada de un peregrino agradecido te hace sonreír de nuevo, con más fuerza. Ayer a última hora de la tarde llego una señora japonesa. Sudada, agotada, sedienta... El agua que le ofrecí parecía ser oro... ni se cuantas veces me la agradeció. Su inglés no era muy bueno... el mio algo mejor (quienes me conocen ya saben que mi inglés es parecido a mi japonés...) me advirtió que su marido se había retrasado porque estaba muy cansado, que ella prefería esperarlo fuera para no molestarnos entrando dos veces...

No quedaban más camas ni colchonetas en el albergue, por lo que le expliqué que no podía decirle donde dormirían, pero que no se preocupase que un trocito de suelo encontraríamos...

Finalmente conseguí convencer a la peregrina que no era una molestia para mi abrirle la puerta una , dos, tres o las veces que hiciese falta la puerta... dejó sus cosas y volvió en busca de su marido... A los 10 minutos aparecieron por la Calle del albergue... Yo me encontraba atendiendo a unos ciclistas danases, le indiqué a con una gesto a ambos que pasasen y dejasen la mochila del recién llegado junto a la de su esposa.

En cuanto terminé de ubicar a los ciclistas y guardar las bicicletas volví para acompañar a los peregrinos nipones a la ducha... les dije que después de la oración les podría decir donde dormirían... ni una queja, ni un lamento, solo agradecimientos... y solo agradecimientos... que además sientes que son reales... no de compromiso.

Tras la cena y la oración, les acompañe al despacho donde habíamos colocados un par de colchonetas...

Los vi nuevamente ya en el desayuno... como durante toda su estancia, prácticamente inapreciables, discretos... Solo se dirigieron a mi para despedirse y agradecernos todo aquello que les habíamos ofrecido... Les acompañé a la puerta y nos despedimos Arigato, Arigato... no cesaban de decirlo, hasta que cuando ya partían sorprendentemente él me abrazó (algo muy extraño en su cultura), diciéndome "My home is your Home"... fué difícil no llorar...

Tal y como los ví llegar... se fueron juntos... dando pequeños pasos... silenciosos...

Empecé hablando de alguien creo recordar... pero lo olvidé... Por suerte, el bien y la bondad siempre están por encima de todo.

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