jueves, 22 de abril de 2010

Gracias.


Su trayectoria ha ido de la mano de dos obsesiones: el deporte y la ciudad de Barcelona, sin olvidar su paso por la política, en especial, su aportación desde la presidencia de la Diputación de Barcelona, a la transición.

Un hombre que salió del régimen anterior y capaz de ser uno de los impulsores del cambio, no solamente deportivo, sino ciudadano, tenía que ser un hombre muy especial.

Seguramente, el cargo de embajador de España en la URSS y el prestigio conseguido en los países de su entorno fueron un buen empuje para acceder a la presidencia del Comité Olímpico Internacional donde demostró su experiencia, sus dotes diplomáticas y su profundo conocimiento del mundo del deporte para dar paso al olimpismo moderno.

Viajero incansable, había visitado prácticamente todos los países del mundo y era conocido donde fuera: en Suramérica era Juan Antonio; en China Samaranchi y, en el resto del mundo, Mr. President. Y todo este conocimiento y prestigio, él lo puso una y otra vez al servicio de la ciudad de Barcelona, de la cual fue un gran embajador.

Pero a mí, desde hace ya mucho tiempo, me quedan dos imágenes de Samaranch por encima de las otras: la del 17 de abril de 1986 cuando abrió el sobre y con satisfacción autocontenida, dijo: «A la ville de... Barcelona», y la del 9 de agosto de 1992 cuando, sin contenerse, clausuró los Juegos Olímpicos proclamándolos «los mejores Juegos de la historia».
Gracias Juan Antonio. (Pascual Maragall y muchos ciudadanos anónimos más)

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